Edición Español: Posmodernidad en Motomami de Rosalía

Por Nico Daleman

Ya establecida como figura destacada en la mayoría de los países de habla hispana, el álbum Motomami de Rosalía, lanzado en el 2022, fue recibido con elogios de la crítica en todo el mundo. Sin embargo, tanto la crítica como el público han expresado su malestar por el hecho de que el álbum fuera etiquetado como "Latino Urbano," lo que dio lugar a algunas acusaciones de apropiación cultural y explotación de la identidad latina para crear un producto más comercializable. Por el contrario, este articulo propone que la presentación que hace Rosalía del reggaetón y la "latinidad" pone en evidencia la compleja dinámica política y racial de la cultura latinoamericana, la cual puede pasarse desapercibida desde una lectura ajena y superficial. De hecho, uno de los logros más audaces de Rosalía es desafiar los estereotipos de la industria musical mundial y jugar con la fluidez e hibridez de la identidad latina.

El estilo musical de Motomami es la amalgama consecuente de los proyectos anteriores de Rosalía y presenta una diversidad de géneros latinos como la bachata, el bolero, el son cubano, el merengue dominicano y la samba brasileña, con el reggaetón y el flamenco como los más destacados. Tras el éxito de su segundo álbum, El Mal Querer, Rosalía colaboró con varios artistas de la escena latina urbana, como J Balvin y Bad Bunny, acercándola a los géneros musicales latinoamericanos. Los trabajos anteriores de Rosalía demuestran su conocimiento y respeto por las tradiciones del flamenco: un género centenario del sur de la Península Ibérica que combina influencias cristianas, judías ladinas, moriscas y romaníes, y que es ampliamente aceptado como uno de los símbolos de la identidad nacional española. Por otro lado, el reggaetón es un género mucho más reciente, surgido de las fiestas dancehall de los barrios obreros de Puerto Rico, Panamá y Colombia. Las viejas generaciones y los círculos conservadores siguen despreciando el género, señalando sus letras misóginas y xenófobas, su contenido sexual explícito y la objetificación de la mujer. En lugar de ser el símbolo de una identidad nacional concreta, el reggaetón se ha convertido en la insignia de una latinidad global, mientras que sus referencias originales a la lucha de clases han sido borradas por la industria musical impulsada por los beneficios.

Por consiguiente, el reggaetón en Motomami está desprovisto de cualquier agenda y más bien aparece como una alusión juguetona y como una herramienta para generar un producto afín a las estaciones de radio Del mismo modo, el flamenco aparece como un agente más de una mezcolanza más amplia de géneros; también descontextualizado, reimaginado e incluso autorreferenciado. Motomami mezcla entonces flamenco y reggaeton en una forma de hibridez transcultural en la que Rosalía consigue fusionar diferentes culturas para crear la banda sonora de un tercer espacio que transgrede clichés y fronteras. Así, este giro hacia la estética posmoderna sirve como arma de tres filos: esquivar las acusaciones de apropiación cultural, crear un producto apto para la radio y posicionarse como icono de la alta cultura y el buen gusto.

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Artistas como Arca, Tomasa del Real, Calle 13, Kali Uchis y Bad Bunny, entre muchos otros, pertenecen a la tendencia actual de la música latina (tambien denominada Neo-Perreo) que recontextualiza las primeras épocas del Reggaeton y lo presenta en un entorno de arte elevado. Motomami no es más que otro ejemplo de esta mayoría de edad del Reggaeton, que no es más que un previsible proceso de renaciomineto nostálgico: los millennials que escucharon y bailaron Reggaeton en su adolescencia están ahora reevaluando su relación con el género como adultos. Al igual que ocurrió con la Salsa Dura en los 70 o el hip-hop experimental en los 90, el reggaetón está empezando a ser repensado y reapropiado como símbolo de sofisticación. Del mismo modo, en España, la tendencia del Nuevo Flamenco, que ha reimaginado el género desde los años 70, ha visto a artistas de generaciones más jóvenes como La Mala Rodríguez y C-Tangana experimentar con técnicas de producción y flexión del género más contemporáneas, infundiéndole también un aura de nostalgia.

Conceptualmente, Motomami presenta un concepto ecléctico, pero cohesivo, que mantiene unido el álbum: las motos como símbolo de empoderamiento, el juego y la sensibilidad de la feminidad, y las referencias a la cultura japonesa. Asimismo, hay un elemento omnipresente de autorreferencialidad a discos, canciones y colaboraciones anteriores. A diferencia de la seriedad y el carácter casi kitsch de El Mal Querer, la autoconciencia de Motomami es puro camp en toda su extensión. Y aunque el álbum toca algunos temas políticamente relevantes, sería difícil argumentar que el álbum intenta hacer una declaración política concreta, si es que hace alguna. Más bien, algunas implicaciones políticas podrían leerse a partir de los enfoques particulares de las técnicas de producción musical. Por ejemplo, la insistencia en la producción minimalista podría verse como un desafío a la sobreproducción, bastante habitual en la música reggaetón, lo cual da al álbum una sensación más cruda que hace que algunas de sus letras más afectivas salgan a la luz, siguiendo el ejemplo de álbumes como Yeezus de Kanye West o DAMN de Kendrick Lamar. Este minimalismo contrasta con el uso del bricolaje, el sampleo y el procesamiento vocal, mucho más diverso y sugestivo, el cual presenta una paleta maximalista de referencias eclécticas, citas coloristas y estadios emocionales ambiguos que hacen que el álbum sea cautivador y extravagante a la vez.

Esta deconstrucción de la música latina no es necesariamente el resultado de un proyecto musical para hacer avanzar el reggaetón hacia territorios desconocidos, sino más bien una exploración muy personal y auténtica de una artista polifacética. El poliestilismo de canciones como Saoko y CUUUUuuuuuute capta la atención del oyente y le lleva a una atractiva reconsideración del reggaetón como género. Su desconexión radical con el contexto del reggaetón más allá de la música de fiesta es lo que hace que su inclusión transgreda clichés y fronteras, apelando eficazmente a la alta cultura y los círculos académicos. Incluso sus referencias al empoderamiento femenino y a las comunidades LGBTQ están teñidas de un distanciamiento formal que deja en evidencia el rol hedonista e ingenuo de Rosalia. En última instancia, Motomami es un ejercicio posmoderno autoindulgente de creación transcultural que es a la vez superficialmente auténtico y profundamente irónico.

Aunque considero que la tendencia a revalorizar y legitimar el reggaetón como expresión musical y como símbolo de la latinidad es un paso positivo hacia la validación de las prácticas de sus comunidades, hay cierto sabor agridulce en la forma en que Rosalía llamó la atención sobre el género. Hizo falta una mujer blanca europea heteronormativamente atractiva y el apoyo masivo de la industria musical mundial para elevar el reggaetón a un estatus sofisticado y desinfectarlo para el público blanco. Sin embargo, lo que más molesta no es necesariamente que Rosalía capitalice la cultura latinoamericana, sino que el término latino es perezoso y no hace justicia a la complejidad que presenta el álbum. Gracias a su hibridez y mestizaje, la música latina tiene un inmenso potencial para desafiar la presunción política y los discursos puristas. Y Motomami no es la excepción.


Nico Daleman es un artista sonoro y musicólogo Colombiano radicado en Berlín.